“…la condición posmedial en los fenómenos posmasivos implica ciertas prácticas participativas de uso y apropiación de la información, modos de producción y avances tecnológicos, etc., pero consideramos que ello no bastaría para garantizar la democratización de la comunicación pública y mucho menos la intersubjetivación de la misma.” 1).
Para comprender este fragmento es necesario comprender que la posmedialidad hace referencia a los l procesos de creación y distribución de información a través de los medios tecnológicos y la posmasividad alude al proceso de recepción propio de los sujetos culturales que captan este mensaje. Por lo tanto para hablar de una relación entre estos dos conceptos basta preguntarse si en realidad existe una intersubjetividad en este transcurso ya que esta implica la comprensión entre los dos sujetos o sujeto y objeto que se “comunican”.
Es válido entrecomillar el “comunican” porque para que exista una comunicación no sólo basta con la gestualización sino que además involucra la comprensión, retro-alimentación y recepción del mensaje que ha sido enviado. Pero, ¿cómo se puede hablar de una comunicación directa entre una máquina que envía mensajes (posmedialidad) y un sujeto que lo recibe?.
Esta cuestión que se plantea no intenta buscar una solución radical puesto que existen dos partes. Por un lado, se podría pensar que se está realizando una “comunicación racional” enteramente autómata donde no hay una real comprensión y retroalimentación sino que se está enviando o recibiendo una serie de información de una máquina, sin que esta tenga una mayor incidencia o trascendencia en nosotros. Esto se puede comprobar con el sistema operativo que se maneja para que se dé este proceso de intercambio de información, ya que este funciona a partir de una serie de códigos binarios que se convierten en un lenguaje que podemos captar, pero que quizá, no interiorizamos o comprendemos porque la información no trasciende ni en “la máquina” ni en nosotros.
Girando el eje de la perspectiva, podremos situarnos en otra posición donde no estamos intercambiando información con una máquina, sino que se entiende que para que esta máquina funcione, es necesario que un sujeto (se supone con las mismas capacidades cognoscitivas que nosotros) use la máquina e intervenga en ella. Allí es donde ya se podría pensar en el proceso que se genera al crear un campo de información donde sí hay una retroalimentación. Esta relación intersubjetiva se enmarca en la esfera de lo emocional, la empatía cognoscitiva donde ambos sujetos necesitan realizar y ampliar su campo de comprensión para que se cree un diálogo coherente a partir de la “decodificación” o interpretación de los mensajes que son recibidos, y así mismo debe hacer un proceso de comprensión para enviar el mensaje.
En conclusión los medios tecnológicos no vienen condicionados a generar o estereotipar cierto tipo de relaciones entre los sujetos. Pienso que somos los sujetos como usuarios de estos nuevos medios, los que re-significamos la máquina, somos nosotros quienes le damos el sentido a ella, y de nosotros depende el que se creen espacios para el debate y el diálogo generando así una comunicación emocional, o por el contrario, que esa información y que se pretende debatir, no trascienda, y no alcance a permear nuestra emocionalidad, quedando sólo en el espacio de lo racional.